
Por: Carlos Borruel
Confieso que nunca he sido fan de las películas de zombies.
Sin embargo me llama mucho la atención lo que para mí encierra el contenido tan simple donde un muerto viviente muerde a alguien sano, lo contagia y lo convierte en zombies hasta forman legiones que amenazan con terminar la humanidad.
Fuera de la pantalla, lo que se ve en las calles y en los hogares son millones de zombies vivientes que deambulan por la doquier con la cabeza agachada y la mirada fija en un celular.
Unos tropiezan y caen; otros pasan sin saludar porque no advierten la presencia de un conocido y todos, todos, en un mundo lleno de comunicación permanecen aislados de los demás, sin tener contacto personal.
Los zombies los tenemos a nuestro lado y no asustan; los encontramos en una reunión familiar donde la principal atracción es ver el celular o comentar un suceso vacío y carente de interés sobre algo compartido en internet millones de veces….o sea, que ha contagiado a toda una multitud por todos los rincones de la tierra.
El zombie aparece cuando damos un teléfono o una tablet a nuestros hijos para evadir la responsabilidad de atenderlos o educarlos.
Nuevamente, son niños que ven programas donde escucha tonterías, malas palabras y nada que nutra su intelecto
Pasan horas como hipnotizados, como zombies. sin querer jugar, sin hacer tareas ni obedecer a sus papás cuando estos dejan un momento su celular o la televisión y voltean a ver a sus descendientes.
El contagio llega, nos hace zombies y aplasta la creatividad y el esfuerzo, cuando utilizamos la inteligencia artificial para entregar una tarea, una tesis, una investigación.
Los zombies siguen y se multiplican en millones cuando un público ávido de nada, a diario pierde horas dando seguimientos a realitys shows donde están ausentes el intelecto y las buenas costumbres.
Los zombies ya están aquí. Y son demasiados. Son semejantes a los de la televisión: muertos vivientes.
No asustan, no muerden, pero contagian a muchos al hacerse vírales por una broma , una pésima canción o un baile repleto de saltos extraños y hasta ridículos.
Los zombies del presente deambulan por la vida repitiendo lo que todos; sin generar una idea propia, sin tener un objetivo de vida y terminan perdidos en una masificación feroz.
Ese es el reto que tenemos.
Retomar nuestra individualidad como seres pensantes; la convivencia pero con el contacto directo sin objetos electrónicos de por medio y generando una idea de vida encaminada a lo trascendente, a dejar huella y no pasar por este mundo sin hacer nada relevante en provecho de los demás.