
Por: Carlos Borruel
La simplicidad de los que hacen política provoca que el ciudadano normal no alcance a visualizar con claridad lo bueno malo de las decisiones de quienes nos gobiernan.
Si el partido está en la oposición, todo lo que hace quien ocupa el poder, está mal.
El primero señala que se va a hundir el país y el Segundo señala al opositor como alguien que se opone al progreso.
Cuando a la oposición le toca gobernar, mucho de lo que criticaban lo incluye en su agenda.
Y entonces a los que ahora los cuestionan los señalan de “apátridas”.
En correspondencia los que antes gobernaban censuran y lanzan feroces comentarios contra lo que antes defendían.
Con el argumento que era por el bien de la Nación, en 1989 el PRI aprobó en la Cámara de Diputados aumentar el IVA del 10 al 15 por ciento. Sin mayor rubor se aplicó la “democrática aplanadora” y hasta nació la “Roqueseñal” por parte de un diputado priista que alzando su dedo medio les recordó el 10 de Mayo a todos los que furibundos condenaron el aumento.
Años después viene el ascenso del PAN a la Presidencia de la República con Vicente Fox.
Su principal propuesta fue incluir el IVA en alimentos y medicinas, algo que desde la oposición se veía mal pero que ahora en el gobierno se consideraba indispensable para mejorar la economía del país.
Olvidados de la “Roquedeñal” y del aumento al impuesto que aprobaron en el pasado, el PRI se erigió como el principal defensor de las causas populares, se opuso a la aplicación generalizada del IVA en alimentos y medicinas.
Fox reculó y todo quedó en una intentona.
Posteriormente Fox impulsó la aprobación de las reformas hacendaría y energética. El PRI se opusó con todo; frenaron dichas propuestas porque, decían, dañaban al pueblo.
Una docena de años después, en el Gobierno de Peña Nieto, el PRi pidió a la oposición apoyar y aprobar las mismas reformas estructurales que en el pasado cuestionaron y que ahora llamaban Pacto por México.
Como ese hay otros ejemplos de la incongruencia de quienes creen que la política es el ejercicio desde la oposición de criticar todo aunque sea bueno y desde el gobierno defender todo aunque dañe al país.
Eso provoca rispidez y polariza a la población que se apuesta por uno u otro partido, tomando como cierto lo que escucha.
El que se dice político porque no es político quien hoy censura una cosa que mañana defiende le apuesta a la escasa memoria colectiva para cambiar de opinión una y otra vez
Al fin y al cabo que ahí están los medios y las redes sociales para inundar de mensajes al electorado.
El llamado es a ejercer un ejercicio de lo público más responsable donde todas las voluntades se sumen a las buenas propuestas aunque vengan de un adversario.
En tanto, los que gobiernan deben pensar en el pueblo cuando tomen decisiones y retirarlas, corregir o mejorar aún y cuando ese llamado tenga su origen en la oposición.
Si todos los actores políticos actúan con responsabilidad y patriotismo, seguramente al país le irá mejor y los ciudadanos, amigos o no, dejarán ser l carne de cañón de quienes en nombre de la razón de la sinrazón todo defienden o todo censuran de acuerdo a sus intereses personales disfrazados de preocupación por los ciudadanos.
Confieso que este artículo en principio se llamaría Dios nos Ampare, ya que hablaría sobre el debate en torno al amparo y la manera en que hoy se desgarran las vestiduras quienes seguramente opinarían todo lo contrario si la propuesta surgiera de ellos.
En siguiente colaboración, abordaré este tema.