
A ti ciudadano.
El Día de Muertos en Veracruz se vive con furor, personalidad y matices únicos: comparsas que recorren calles enteras, altares cubiertos de frutos tropicales, cantos que resuenan en los panteones y pueblos que se transforman durante noches enteras.
El Día de Muertos en Veracruz conserva un espíritu profundamente comunitario. Las celebraciones combinan elementos indígenas y coloniales, y varían de una región a otra. En algunas zonas predomina el silencio de las velas encendidas; en otras, la música, la danza y los cantos marcan el regreso simbólico de los difuntos.
En la sierra, la tradición de La Cantada convoca a vecinos que recorren los altares con alabanzas, mientras que en la Huasteca veracruzana el Xantolo llena las calles de máscaras y sones huastecos. En pueblos como Coatepec, los parques y cementerios se iluminan con miles de velas. Cada rincón del estado aporta su propia forma de honrar a quienes ya partieron.
En el Pueblo Mágico de Coatepec, la festividad se centra en el Parque Miguel Hidalgo, donde se levanta un altar monumental adornado con flores de cempasúchil, naranjas, cacao, plátanos y mazorcas.
Durante la noche del 1 de noviembre, la comunidad se reúne entre música, danza y teatro para recibir a las almas que murieron ahogadas. El ambiente se vuelve íntimo y luminoso cuando cientos de velas iluminan el parque y el panteón.
En las casas se preparan ofrendas con tamales de frijol, mole, chiles rellenos, atole, café y aguardiente. Al día siguiente, el cementerio se cubre de coronas y largas ceras encendidas que arden hasta el amanecer. Algunos años también se organiza el recorrido Un café para tus muertos, que combina leyendas locales, historia y degustaciones de café y pan artesanal.
En la Huasteca, el Día de Muertos se conoce como Xantolo. Esta celebración tiene raíces prehispánicas y se vive con intensidad en pueblos como Tempoal y Tantoyuca.
Desde el 30 de octubre comienzan las comparsas: grupos de hombres y mujeres que recorren el pueblo con máscaras talladas en madera, vestimentas coloridas y música tradicional.
Cada personaje tiene un significado. El diablo representa los males del pasado, el vaquero recuerda el trabajo en el campo, los animales simbolizan la naturaleza, y “la bocona”, una máscara de sonrisa amplia, es el emblema del Xantolo.
Los participantes bailan de casa en casa sin quitarse la máscara, el sombrero ni la pañoleta, en señal de respeto por los muertos.
Durante esos días, los hogares preparan altares decorados con arcos de otate, flores, frutas y velas. En las calles, los sones huastecos acompañan a los visitantes mientras la comunidad revive una de las tradiciones más antiguas de México.
En el pueblo de Naolinco, entre montañas y neblina, el Día de Muertos se llena de música. La noche del 1 de noviembre tiene lugar La Cantada, en la cual grupos de habitantes recorren las casas del pueblo entonando alabanzas frente a los altares familiares. Cada canto es un homenaje y una petición de bendición para las almas.
Las calles se llenan de catrinas, máscaras y figuras de cartonería. Los visitantes pueden observar cómo cada familia conserva las letras y melodías que han pasado de generación en generación. El ambiente es solemne, pero a la vez profundamente humano. Aquí el silencio, el canto y la luz de las velas se entrelazan para honrar la memoria de los difuntos.
Las celebraciones inician generalmente el 31 de octubre, cuando llegan las almas de los niños, y culminan el 2 de noviembre. En la Huasteca los festejos pueden comenzar desde el 29 de octubre y extenderse hasta el 3 de noviembre.
El Día de Muertos en Veracruz es una suma de expresiones que reflejan la diversidad cultural del estado. Desde los cantos que resuenan entre las montañas hasta las comparsas que llenan las calles de color, cada gesto tiene un sentido de pertenencia y gratitud hacia quienes ya no están.
Y así es como, no hay un sólo Día de Muertos en Veracruz, sino cada región le da su propio giro.
Por Víctor Hugo Estala Banda.