
La Conferencia del Episcopado Mexicano lanzó un llamado inusual y contundente al evaluar la situación del país bajo el gobierno de la denominada Cuarta Transformación. En el mensaje dirigido “Al pueblo de Dios en México”, emitido tras la 119 Asamblea Plenaria celebrada del 10 al 14 de noviembre de 2025, los obispos expusieron una crítica directa al panorama nacional, señalando inconsistencias entre el discurso oficial y la realidad que —aseguran— vive la ciudadanía: violencia persistente, impunidad, debilitamiento institucional y una creciente crisis social y familiar.
Severo juicio de los obispos mexicanos sobre la 4T
Rara vez los obispos mexicanos hablan con toda claridad. Sus documentos colectivos, sobre todo los que dedican a analizar la realidad nacional, suelen ser muy buenos, muy evangélicos, pero también políticamente correctos, quedan un poco en el aire, sin fuerza. Una excepción muy feliz es el Mensaje que acaban de mandar “Al pueblo de Dios en México” al concluir la 119 Asamblea Plenaria, que tuvo lugar del 10 al 14 de noviembre de 2025. En él hacen una crítica directa, certera, sin tapujos, al gobierno de la autollamada Cuarta Transformación (4T), del partido Morena, que está cumpliendo siete años. Veamos:
III. REALIDADES QUE NO PODEMOS CALLAR EN EL CONTEXTO MEXICANO ACTUAL
1 Observamos con preocupación cómo algunos discursos públicos construyen una narrativa que no corresponde a la experiencia cotidiana de millones de mexicanos.
2 Nos dicen que la violencia ha disminuido, pero muchas familias que han perdido seres queridos o poblaciones enteras que viven con miedo constante experimentan otra realidad.
3 Nos dicen que se combate la corrupción, pero ante casos graves y escandalosos, no se percibe la voluntad de esclarecerlos, por lo que prevalece la impunidad.
4 Nos dicen que la economía va bien, pero muchas familias que no pueden llenar su canasta básica y muchos jóvenes que no encuentran oportunidades de trabajo nos hacen ver que esto no es verdad.
5 Nos dicen que se respetan las libertades, pero quienes expresan opiniones críticas son descalificados y señalados desde las más altas tribunas del poder.
6 Nos dicen que somos el país más democrático del mundo, pero la realidad es que hemos visto cómo han comprometido los organismos y las instituciones que garantizaban la auténtica participación ciudadana para concentrar el poder arbitrariamente.
7 Continúan los asesinatos y las desapariciones. Sigue derramándose sangre inocente en nuestras calles, pueblos y ciudades. Familias enteras son deslazadas por el terror de la delincuencia organizada. Vivimos la inseguridad cotidiana al transitar por los caminos y autopistas. Las extorciones se han vuelto sistemáticas para pequeños y medianos empresarios, para agricultores y transportistas, incluso para las familias humildes, obligados todos a pagar “cuotas” a los criminales bajo amenazas de muerte. El Estado, que en muchos lugares ha cedido el control territorial a grupos delictivos, no logra recuperarlos.
8 Sacerdotes, religiosas, agentes de pastoral, incluso algunos políticos que buscan cambiar la situación han sido amenazados y asesinados ante la impotencia ciudadana.
9 Nuestros jóvenes están siendo secuestrados y llevados a los campos de corrupción o exterminio convirtiéndose en uno de los más grandes dramas de nuestra sociedad.
10 La migración forzada continúa. Miles de mexicanos se ven obligados a abandonar sus tierras, no solo para buscar mejores oportunidades, sino también para huir de la violencia.
11 Toda esta realidad preocupante comienza en la familia. Los datos son alarmantes y no podemos ignorarlos: familias desintegradas, violencia intrafamiliar y en ambientes escolares, adicciones que destruyen la vida de los jóvenes. Las políticas públicas atentan contra la familia.
12 Las políticas públicas educativas actuales se están implementando sin un diálogo genuino con los padres de familia y los demás agentes de la educación. Se introduce en las escuelas una ideología que relativiza la complementariedad hombre-mujer, que diluye la identidad sexual, que presenta como “progreso” lo que en realidad es deconstrucción de la naturaleza humana.
13 Se añade también una ideología política de confrontación social que no conduce a nada bueno. Cuando los padres de familia y otros integrantes de la sociedad expresan su preocupación, son descalificados como “conservadores”, “retrógrados”, o “enemigos de los derechos”. Se les niega el derecho fundamental a participar activamente en la educación de sus hijos. Se les dice que el Estado sabe mejor que ellos lo que sus hijos necesitan aprender.
14 Está en juego la visión misma del ser humano. ¿Qué es el hombre? ¿Qué es la mujer? ¿Qué es la familia? ¿Qué es la sociedad? ¿Quién tiene autoridad para definir estas realidades? ¿El Estado? ¿La ideología dominante? ¿O la verdad inscrita en la naturaleza humana y revelada por Dios?
15 No debemos quedarnos en estadísticas frías que nos dan cuenta de todas estas realidades de inseguridad, de pobreza e injusticia. Son rostros concretos. Son familias destrozadas. Son madres que lloran a sus hijos. Son comunidades indefensas y empobrecidas. Nosotros como pastores, no podemos permanecer indiferentes. No podemos callar ante lo que está mal.