
La rutina te envuelve y las demandas se acumulan, pero, aun así, dentro de ti, late la necesidad de volver a ti misma. Entregarte a tus hijos no debería significar perderte. Tú también mereces estar en la historia que estás construyendo.
Primero yo, para poder dar desde la abundancia
Gary Chapman identificó 5 lenguajes del amor, los cuales tienden a definir cómo expresamos y recibimos amor. La maternidad no es ajena a esta explicación, por lo que es posible que las mismas manifestaciones de amor no apliquen para todas. Muchas veces escuchamos que el amar a nuestros hijos significa darlo todo y, cuando ya no podamos más, seguirlo dando todo. Si bien puede aplicar en ciertas circunstancias, es importante considerar que tenemos distintas maneras de dar amor a nuestros hijos y esto no nos hace mejores o peores madres, simplemente tenemos diferentes formas de ‘maternar’.
Cuidémonos primero a nosotras mismas, porque al descuidarnos, ese amor que llevamos dentro se trasmina y no queda mucho más para dar, como dice la frase: “No se puede servir desde una taza vacía”. Entonces, ¿qué necesitamos hacer? Colmarnos de amor para poderlo dar en abundancia.
Pequeños rituales que me devuelven a mí
Nuestra batería del amor se recarga de diferentes maneras, aprende a descubrir cómo te cargas tú. Durante las noches de desvelo, mientras arrullas a tu hijo, aprovecha la quietud de la oscuridad para introspectar sobre ello.
Puede ser que tus momentos de paz o reconexión interna sean respirando profundamente en la regadera, preparando la comida, lavando teteras, escuchando una canción completa, aplicándote calmadamente crema en el rostro o escribiendo dos líneas en tu diario; son actos diminutos, sí, pero tienen un eco profundo, el reconectar con quién eres más allá de lo que haces.
Retoma la belleza de lo efímero, como el asombro de un bebé al sentir la brisa en el rostro, la emoción de probar su primer alimento o el gozo que le da el roce de su mano con la tuya. Porque devolverte a ti no siempre es estar sola, sino estar presente contigo misma, incluso acompañada.
En este nuevo caminar se une alguien más a la aventura, él va descubriendo a ser hijo, mientras tú vas aprendiendo a ser madre. No cambies tu vida ‘por’ él, adapta tu vida ‘con’ él.
Recuerda que también eres mujer, esposa, hija, amiga, soñadora…
La maternidad es un parteaguas en tu ser, hay una versión previa y posterior al convertirte en madre. El cómo abordas estos cambios es lo que determinará tu camino venidero. Tómalo como una oportunidad de redefinirte o de reencontrarte en otro nivel.
Eres un todo, una parte de ti no delimita tú completa existencia, ahora que eres madre, también eres mujer, aunque no reconozcas tu rostro en el espejo, a veces necesitas ponerte el vestido que te gusta, bailar tu canción favorita o retomar ese proyecto que te ilusiona; eres esposa, aunque te sientas desconectada de tu pareja, a veces solo necesitas saber que siguen juntos en las trincheras; eres hija, aunque ahora seas tu quien cuida, a veces necesitas la voz de tu madre, un consejo o simplemente un abrazo largo; eres amiga, aunque las conversaciones a veces se den por audios de dos minutos entre tomas y pañales, a veces necesitas hablar sin filtros; y sigues siendo soñadora, aunque tus sueños vengan en pausas pequeñas.
Rememorar todas las versiones de ti no te aleja de ser madre, al contrario, te enriquece, te sostiene, te da raíces. Porque cuanto más conectada estés contigo misma, más auténtico será el amor que des. La maternidad no es coincidencia, tus hijos están hechos a la medida de tu amor.
Así que sigue construyendo tu historia y no dejes de ser parte de ella.Recuerda que la vida es una revolución cotidiana.
MARH. María Andrea González Galván
Familiólogos de Chihuahua, A.C.