
Me encontré un escrito en redes que habla de cómo es ser mamá de un hijo adulto y se los quiero compartir, al menos una parte:
"Ser mamá de un hijo adulto es aprender a estar sola. Nadie te prepara para el silencio que dejan los hijos cuando crecen, no el silencio de la casa vacía, sino ese que se cuela en el corazón cuando ya no te preguntan qué hacer, cuando ya no buscan tus consejos, cuando empiezan a vivir sin ti, y tú sonríes, claro, porque eso es lo que querías, verlos volar.
Pero por dentro se te rompe algo, porque ser mamá de hijos adultos es otra cosa.
Es morderse las palabras cuando ves que se equivocan, es tragarse las ganas de llamar cuando no contestan, es aprender a querer sin invadir, es mirar de lejos, con las manos quietas y el corazón temblando.
A veces te cuentan cosas pero muchas veces no, y tú haces como que no duele, pero sí duele. Duele no ser parte de todo como antes, duele ver que ya no te necesitan, al menos no como antes.
Y aún así, ahí estás, poniendo su comida favorita cuando vienen, acomodando las fotos de cuando eran niños, rezando por ellos cada noche, como si eso bastara para protegerlos del mundo.
Porque en el fondo, una madre nunca deja de cuidar, sólo aprende a hacerlo desde la sombra, desde una esquina, desde una oración.Y esa es una forma de amor que nadie ve pero que lo sostiene todo."
Muy lindo escrito, algunas cosas se sienten así, ciertamente la relación cambia, pero también hay cosas maravillosas que comienzan a suceder.
Te invade una hermosa sensación cuando empiezas a ver en ellos un pequeño reflejo de ti, porque te das cuenta que lo que sembraste con tanto esfuerzo y desvelos está dando ya sus frutos, y no hablo de los éxitos o fracasos que ellos puedan tener, ese reflejo tuyo, esos frutos, son los valores que sembraste, el amor que les diste, el ejemplo que vieron en ti.
Es cierto que ya no eres lo primero y que ya no te necesitan como antes, eso duele, si, pero ese dolor se cura cuando recibes de tu hijo un abrazo cargado de ternura y una nueva sensación de sentirse protegida, cuidada y mimada.
No me cuentan todo, seguro que así es, que hijo lo hace, pero he aprendido a mantener la calma, ser paciente y esperar, porque cuando hay algo importante, si tienen un problema, necesitan un consejo o tomar una decisión, saben que yo estaré ahí para ayudarlos, abrazarlos o simplemente escucharlos, porque en mi pueden refugiarse y sentirse seguros.
No puedo describir el vuelco que da mi corazón cuando descubro en la mirada de mis hijos una profunda admiración y respeto, eso queridos lectores, me da la certeza de que, aunque ya no estoy en primer lugar en su vida, el lugar que ocupo en su corazón es mío y solo mío, nadie lo puede ocupar.
Podría seguir escribiendo lo maravillosa que es esta nueva relación cuando tienes un hijo adulto, pero ya me extendí demasiado, solo terminaré diciendo que ser mamá de un hijo adulto es maravilloso cuando construiste lazos fuertes, cuando educaste en el amor y con respeto, cuando los preparaste para ser independientes fuertes y vulnerables y cuando aceptas que este cambio es parte natural de la vida, igual como tu lo hiciste; así que no te quedes en las sombras como dice ese escrito que encontré, porque tu luz seguirá iluminando la vida de tus hijos por siempre.
Velia Rojas Zambrano