En la política mexicana que ha puesto de moda el régimen de MORENA, la congruencia se ha vuelto un concepto flexible, maleable, útil sólo cuando conviene. Lo que resulta ventajoso para el régimen se mantiene; lo que le es incómodo u opositor, se tumba, se diluye o se distrae.
A nivel nacional, el régimen no duda en presionar, forzar tiempos y torcer reglas para sacar adelante reformas que concentran poder. Lo vimos hace un año en el Senado: sede alterna, protestas, prisas y una reforma al Poder Judicial aprobada en un ambiente más cercano a la imposición que al consenso. Hubo denuncias públicas de amenazas a senadores del PRI y del PAN, estrategias para desarticular a la oposición y ofrecimientos para cambiar de bancada y alcanzar la mayoría. El avance del gobierno en turno sobre el Poder Judicial se concretó. Cuando el objetivo es controlar, no hay pudor ni pausa.
Pero esa firmeza desaparece cuando el escenario es local y el gobierno no es propio. En Chihuahua, la historia fue distinta. Durante la votación del paquete económico 2026, bastaron dos ausencias de diputadas de Morena para que la Ley de Ingresos avanzara. El paquete económico aprobado mantiene una orientación hacia el fortalecimiento del gasto público en funciones esenciales del Estado, particularmente educación, salud, seguridad pública e inversión en infraestructura, bajo un esquema de ingresos que privilegia la estabilidad financiera.
No hubo votos a favor ni sobornos de por medio. Las legisladoras ausentes alegaron motivos de índole personal —explicación que, dada la trascendencia del momento, resulta legítimamente cuestionable— y no presiones ni maniobras del Gobierno del Estado. En Morena no hubo bloque compacto. El coordinador del grupo parlamentario quedó desacreditado: no logró mantener control sobre su bancada ni ejercer el liderazgo mínimo exigible en una votación de esta magnitud. No hubo resistencia efectiva, tampoco siquiera el mínimo cuidado de la narrativa.
Y después vino lo predecible: el llanto político, la acusación de “traición” y el discurso de víctima. La contradicción está aquí frente a nosotros; mientras desde la dirigencia nacional de Morena, en voz de Luisa María Alcalde, se llama abiertamente a votar en contra de los presupuestos en los estados no gobernados por ellos —Chihuahua, Aguascalientes, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, Durango y Coahuila— como medida de presión y golpeteo político, en los congresos locales esa instrucción se ejecuta con desorden, improvisación y torpeza. Las indicaciones, además de precipitadas, exhiben algo preocupante: la dirigencia de Morena parece seguir perdida… aún en Tokio.
Conviene recordarlo: el presupuesto no es un arma retórica. Es el instrumento que permite que un estado funcione. Jugar con él, ausentarse sin explicación o convertirlo en moneda de revancha política no afecta a un gobernador ni a una bancada; afecta a la gente. A los servicios públicos, a la obra, a la certeza financiera. Más en estos momentos que como Estado, vivimos; un aumento al ISN muy mencionado en los medios locales y cámaras empresariales, una reforma a la Ley General de Aguas que vino a poner en riesgo la producción agrícola en el estado, una de las peores sequías en la historia de Chihuahua y, además, todavía venir cargando con deuda del desgobierno anterior.
La incongruencia del régimen es clara: para debilitar contrapesos, hay prisa y mano dura. Para asumir responsabilidades locales, hay desorden y pretextos. Toca “repartir culpas” de nuevo. Llevan tiempo ejerciendo el poder con nula congruencia. No se puede, al mismo tiempo, presumir superioridad moral y actuar con negligencia legislativa. No se puede hablar de transformación mientras se normalizan la ausencia, la simulación o el berrinche político cuando las cosas no salen como se planean.
Antes de despedir esta columna, me tomo el espacio para agradecer y enviar un mensaje cálido y afectuoso, deseo a las y los lectores que estas fiestas decembrinas las vivan en compañía de sus seres queridos, con mucha salud, tranquilidad y prosperidad. Que el próximo año nos encuentre unidos y con ánimo de construir una mejor ciudad, ¡A darle Chihuahua! Felices fiestas.