El verano del 2019 fue testigo de una serie de catástrofes naturales que han consternado al mundo entero. Los medios han mostrado una gran cantidad de incendios en la selva amazónica en Sudamérica, y luego en la sabana del continente africano, poniendo a estas dos regiones ante un desastre natural lamentable, sin embargo, las situaciones en las que se desarrollan son bastante diferentes.
En lo que va del 2019, alrededor de 80,000 focos de incendios han sido registrados en el bosque tropical más grande del planeta, el Amazonas, también conocido como “el pulmón del planeta”. Esta situación llevó a la reunión reciente de los representantes de los países de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam, para tomar medidas de protección, restauración y educación comunitaria urgentes en pro de la Amazonia.
Las posibles causas y culpables de esta catástrofe son varias, desde el clima seco y las altas temperaturas de la temporada de verano, las malas prácticas agrícolas (la quemaida), las actividades forestales ilegales, hasta las organizaciones ambientalistas que protestan hacia el gobierno de Brasil. La realidad es que cada año suceden incendios, pero este año en particular, se ha presentado un aumento del 83% en comparación al 2018, rompiendo el récord de los últimos seis años.
El Amazonas tiene una fuerte presión por el sector agropecuario. La alta humedad y la fertilidad del suelo, hacen del Amazonas un sitio muy atractivo para el desarrollo y expansión de la agricultura de soya y el pastoreo del ganado. La tala ilegal de madera también es un factor importante en la deforestación. Cada año, productores realizan el cambio de uso de suelo utilizando el fuego, pero si lo realizan en la temporada seca del año, aumenta el riesgo de perder el control y quemar lugares no planeados originalmente. Otros productores queman en esta temporada como una práctica tradicional de limpieza de pastos y generación de brotes verdes para el ganado. La disponibilidad de materia seca, más las condiciones climáticas, nuevamente, favorecen la expansión del fuego. Lamentablemente, una vez que se han quemado la selva, nadie controla si estas son reconvertidas o no en zonas de explotación. En el Amazonas, el origen de los incendios es casi siempre antropogénico, ya sea de manera accidental o deliberada.
El gobierno de Brasil ha sido fuertemente criticado porque sus políticas han estado orientadas hacia el desarrollo no sostenible. Por ejemplo, durante la administración anterior, en el 2018, fueron decomisados 883,000 metros cúbicos de madera ilegal, mientras que, en mayo del 2019, administración actual, se decomisaron 1,410 metros cúbicos. Los gobiernos de Francia, Alemania y Suecia, ya han tenido fricciones con el gobierno de Brasil, pues consideran que se requiere mayor determinación en aplicar medidas de prevención.
Al tiempo de la crisis del Amazonía, surgió la noticia de que el incendio de esta zona no era más alarmante que el incendio en África. Angola tuvo alrededor de 6,000 incendios, sobre 2,000 en Brasil, casi tres veces más. Lo anterior, hace dudar sobre la gravedad de la situación y la exageración de los medios hacia la Amazonia.
En la sabana africana suceden la mayor cantidad de incendios del mundo, cada año. La diferencia es que esto ocurre generalmente de manera natural debido a rayos que caen sobre el pastizal seco. Los fuegos liberan dióxido de carbono, pero al paso de un año, el pasto rebrota, absorbiendo carbono de la atmósfera. La segunda razón de la ocurrencia de incendios, son las prácticas agrícolas, muy similares a las del Amazonas. A pesar de que el ecosistema de la sabana ha evolucionado con los incendios y muestran una recuperación rápida, existe una tendencia al aumento de incendios debido a la ocurrencia de periodos de sequía cada vez más frecuentes y severos en la zona.
Este verano los incendios llamaron la atención del mundo. La gente se conmovió por la pérdida bosques y pastizales, los hogares de comunidades indígenas, y también se sintió imponente ante la falta de acción de las autoridades. La realidad es que el contexto político y ambiental es muy diferente para estos dos ecosistemas. Para uno es una condición más natural, mezclado con malas prácticas agrícolas, mientras que el otro es el resultado de las políticas gubernamentales permisivas y sin una visión de sostenibilidad.