Medidas ante el coronavirus

Todo va muy deprisa, a una celeridad vertiginosa. El Covid-19 lo trastoca todo, lo voltea todo, todo lo pone patas arriba. Apenas estamos en la segunda fase de contención y ya urgen unas medidas económicas que con seguridad mañana parecerán escasas y precarias. Se ignora el tamaño real del problema. Se aplican parches como si fueran cambios de llantas. Lo que hoy opera mañana es obsoleto. La eficacia es sólo circunstancial, la eficiencia apenas momentánea. Cuesta mucho correr detrás de un enemigo invisible que multiplica sus efectos devastadores en la salud y en la economía. De repente, todo se viene abajo. El estupor se apodera de las instancias de decisión. Apenas se advierten las consecuencias inmediatas de la pandemia y la única reacción es la ausencia de toda reacción cabal. Hay que insistir sobre lo ya dicho de manera reiterada: es tiempo de unidad y no para salir en la foto, sino para afrontar con mínimas garantías lo que se viene que no se sabe a bien a bien qué es. El miedo a lo desconocido reside en la incertidumbre. No sabemos vivir en la incertidumbre. Apenas un siglo atrás era costumbre y hábito. La carencia de certeza es ausencia de directrices. La falta de dirección nos extravía y desorienta habituados a que otros piensen por nosotros, a que actúen por nosotros, a que nos digan cómo, cuándo y dónde. Pero hoy esos mismos que gustan de indicarnos cómo, cuándo y dónde están como nosotros. La unidad requerida no es entre los partidos políticos, sino entre los ciudadanos al margen de ideologías y simpatías políticas. Pocas veces se ha presentado una ocasión en que o salimos todos o no salimos ninguno.

            Son momentos intensos en que hay que adoptar prevenciones proporcionales no al tamaño de la evidencia sino de lo que se intuye. No son menores los gestos de algunas autoridades que han decidido bajarse el sueldo para ayudar a los que menos tienen. Pero estos esfuerzos son irrelevantes. Más importante para Chihuahua es preparar un paquete económico realista y pertinente, que atienda a las urgencias actuales derivadas del cierre de empresas y negocios, que palíe las situaciones de precariedad de ciudadanos sin empleo y de quienes lo han perdido, que aplace pagos de hipotecas, recibos de agua y luz, etcétera. La misma situación ha llevado al gobernador, alcaldes y diputados a proponer estrategias y socorros. Lo que urge es un plan consensuado, ambicioso, preciso. Un programa económico que no sólo atienda al presente, sino que considere los escenarios del día después. Es un momento irrepetible en términos de amenaza y crisis. Un contexto del que saldrán reforzados quienes sepan convivir con la incertidumbre, pero también quienes manejen un programa para cando se recuperen las certezas. La coyuntura es excepcional y se necesitan políticos y ciudadanos excepcionales. Las diferencias y las divisiones pierden sentido y significado ante esta realidad. Es necesario apelar a la unidad y demostrarla. Cuando hablamos de estadistas, nos referimos a esos hombres y mujeres capaces de sacar lo mejor de sus ciudadanos en tiempos de zozobra. Este es el momento. Esta crisis pondrá a cada uno en su lugar.

Jorge Camacho Peñaloza