Hoy celebramos el texto fundador por antonomasia. El que nos guía en las tinieblas, al que recurrimos en aguas apacibles o cuando las tormentas que odian la patria totalizan el cielo y la zozobra intenta rodearnos de manera imperialista.
El texto rector que nos protege y cuya primera parte es la que garantiza la pureza de nuestra individualidad inacabada pero siempre perfectible, la que expande nuestros derechos inalienables e intransferibles, está hecha de la excelsa dogmática.
Y esa segunda parte llamada orgánica, que cimenta nuestra república, que divide los poderes y organiza nuestra vida como nación, la federalista, la democrática, esa es nuestra Constitución, a la que nunca se le rendirán loas suficientes.
Justo en este año, en que además se cumplen 200 años del constitucionalismo en Chihuahua, y en este día quiero dirigirme a los demócratas de verdad, a los que hoy padecen el desánimo del reformismo unilateral: vamos a sobrevivir a la tiranía de una supermayoría.
Hoy les digo a los demócratas legítimos: sobreviviremos.
¡Fuerza, guerreros constitucionalistas!
Resistamos por la gloria de nuestro texto rector emanado del 17. Porque nosotros, el pueblo, los hombres de bien, de linaje patriota forjado en la adversidad, somos los centinelas de esos 136 artículos, y nuestro numen es servir por servir en sí mismo.
Porque hemos jurado, con el corazón en la mano, cumplir y hacer cumplir la Constitución.
Porque somos guerreros de la norma suprema, y hoy refrendamos la protección de nuestra ley fundamental.
Que esta celebración no sea solo un acto conmemorativo, sino un recordatorio de que la lucha por la Constitución es una causa eterna. Que cada generación asuma el deber de preservarla con dignidad, valentía y honor. La historia nos observa, y nuestro legado dependerá de nuestra firmeza en la defensa de nuestros principios.
¡Por la Constitución, por la República y por el futuro de nuestra nación!