
Seguimos en esta América nuestra supeditados a las decisiones del Tío Sam a sus imposiciones, sus decisiones y estrategias y ahora en una nueva modalidad las descertificaciones, es decir determinado país, puede ser México, Venezuela o Colombia son medidos, criticados, señalados y acusados. Y pasivamente aceptamos presiones arancelarias, amenazas de lucha contra grupos terroristas, acá conocidos como narcos y la exigencia de ser coparticipes en frenar el trasiego de drogas como el fentanilo y bajo el pretexto de cooperación aceptamos lo que los estados unidos indiquen y de no aceptar o acceder todo termina con regaños, con micrófonos y medios abiertos para estas críticas. Pero nadie se atreve a señalar a la potencia, nadie pone sobre la mesa la realidad estadounidense.
Sesenta millones de ciudadanos gringos son adictos, metodistas en esencia, es decir se meten de todo y ahora con el fentanilo y un precio risible está causando estragos, se calcula que la principal causa de muerte entre los estadounidenses de 18 a 44 años es por el fentanilo y otras drogas, una verdadera emergencia nacional en donde se producen 200 muertes diarias en promedio, en comunidades devastadas de costa a costa y si bien la epidemia del económico fentanilo es en aquellos lares un drama desgarrador, pero con una realidad, los esfuerzos de las autoridades son limitados a estos adictos no se les da un cuidado o protección y los dejan a su suerte sin apoyos de salud o programas específicos. Y se aprovecha esta situación para tan solo mediante presiones orillan al resto de los países a convertirse en policías o vigilantes de fronteras.
Sucede con Trump y Claudia Sheinbaum, Trump y Gustavo Petro o Trump y Nicolas Maduro, en donde a nosotros nos ponen a vigilar fronteras, a los colombianos los desertifican y con ello millones de dólares en apoyos se pueden desaparecer e incluso mantener presiones de invasión en Venezuela. Simplemente la actitud de los Estados Unidos es presionar, exigir, imponer, pero nada hacen por atender los problemas de salud que generan estos 60 millones de adictos.
Al parecer los Estados Unidos son víctima de las drogas y hasta el momento en aquellas tierras no se dan noticias de desmantelamiento de las vías de comercialización, detención de capos, cárteles, eso al parecer es obligación de Latinoamérica y a nosotros es a quienes nos exigen. En Bolivia se produce la mayoría de la hoja de coca, pasa a Colombia y se procesa, pero en ninguno de estos dos países se enfrentan estas empresas ahora de cuello blanco y que en los años 80 y 90 al menos en Colombia el terror y luchas entre cárteles mutó a una simple empresa.
Lo que sucedió en Colombia es el futuro en México, al estarse dividiendo, fragmentando y eliminado los para muchos míticos líderes de carteles, hasta que todos organizados decidan tan solo vender su mercancía y sin generar luchas territoriales, es cuestión de tiempos y que los malandros decidan convertirse en empresarios de cuello blanco. Nada se dice, por ejemplo, del multimillonario tráfico de armas desde Estados Unidos hacia las bandas internacionales de narcos, que sirven para avivar la violencia en estos países. Sin esas municiones el libreto sería muy distinto.
A los líderes latinoamericanos se les asigna el papel de villanos torpes o políticos débiles y en parte lo merece: con él los cultivos de coca o laboratorios de fentanilo alcanzan cifras récord y sus intentos de negociar con los carteles armados dejan más incertidumbre que resultados. Pero el guión de Washington queda incompleto, pues acusa a Americalatina, pero no menciona el papel de los adictos de Estados Unidos en el escenario del consumo...Así las Cosas