
Ante los efectos cada vez más evidentes del cambio climático en la agricultura, el uso de variedades locales y semillas nativas se perfila como una estrategia clave para mitigar los riesgos asociados a un clima impredecible. En este contexto, la Facultad de Ciencias Agrícolas y Forestales de la Universidad Autónoma de Chihuahua (FCAyF–UACH) trabaja en la investigación y revalorización de estos recursos genéticos como aliados fundamentales para la adaptación de los sistemas productivos.
Así lo explica el Dr. Carlos Abel Ramírez Estrada, docente-investigador de la FCAyF–UACH, quien destaca que las variedades locales tienen la posibilidad de expresar un mayor potencial de crecimiento en condiciones adversas, resultado de resistencias adquiridas a lo largo de muchas generaciones en un entorno específico.
Entre las semillas que se estudian y conservan, se encuentran variedades como el maíz criollo y el maíz azul, provenientes de la zona serrana, así como cultivos adaptados a climas semiáridos, entre ellos el girasol, la canola, el granado y el olivo. Cabe mencionar que esto requiere de una selección de los mejores materiales disponibles de forma silvestre.
El especialista señala que estas adaptaciones permiten a los cultivos responder de mejor manera a condiciones adversas como altas temperaturas, radiación excesiva, resistencia a plagas, periodos prolongados de sequía, inundaciones e incluso temperaturas congelantes, escenarios cada vez más frecuentes a causa del cambio climático.
De manera similar, las semillas nativas concentran una amplia diversidad genética que les permite activar mecanismos de resistencia cuando se presentan cambios ambientales que ponen en riesgo su ciclo de vida. Esta variabilidad se convierte en un factor determinante para la resiliencia de los cultivos frente a eventos climáticos extremos.
En contraste, el Dr. Ramírez Estrada explica que las semillas comerciales suelen desarrollarse bajo criterios de uniformidad genética, lo que facilita su manejo y producción, pero también las vuelve más vulnerables ante cambios bruscos en las condiciones ideales de cultivo, al limitar su capacidad de adaptación.
Finalmente, el investigador subraya que la conservación, el uso y la revalorización de las variedades locales y semillas nativas no solo representan una estrategia para enfrentar el cambio climático, sino también una vía para fortalecer la soberanía alimentaria y promover sistemas agrícolas más sostenibles, resilientes y acordes a las realidades regionales.