La pandemia por COVID-19 dejó una lección clara: no podemos bajar la guardia ante las amenazas epidemiológicas. Hoy, los crecientes brotes de enfermedades prevenibles como el sarampión y la tosferina nos colocan ante un nuevo reto de salud pública que debe ser atendido con urgencia, responsabilidad y transparencia.
En las últimas semanas, los boletines oficiales del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica han encendido las alarmas. A la semana epidemiológica 13 del presente año, Chihuahua ha reportado el mayor número de casos de tosferina a nivel nacional: 71 personas afectadas, frente a los 15 casos del año anterior. Esta infección respiratoria, altamente contagiosa, puede tener consecuencias graves, especialmente en niños pequeños, y su avance refleja una preocupante debilidad en la prevención.
El panorama con el sarampión es aún más grave. De acuerdo con datos oficiales, el número de casos ha pasado de 62 registrados al 25 de marzo a 330 confirmados al 13 de abril, incluyendo el primer fallecimiento en la entidad. Este repunte de más del 400% en pocas semanas no sólo expone lo contagiosa que es esta enfermedad, sino también los vacíos en la cobertura de vacunación, la vigilancia epidemiológica y las campañas de concientización.
Las zonas más afectadas incluyen comunidades menonitas en Cuauhtémoc, además de focos emergentes en Ciudad Juárez y la capital del estado. Esto nos lleva a exigir una exposición pública y detallada por parte de Gobierno del Estado sobre las causas de este repunte y las acciones específicas que se están tomando para frenarlo.
La gobernadora señala que el brote de sarampión se debe "en su mayoría a casos importados" y que "administraciones anteriores descuidaron la vacunación", pero no menciona si su propia administración ha logrado subsanar ese descuido o si, por el contrario, también ha tenido fallas. El uso de esta narrativa puede parecer una estrategia para evadir responsabilidad actual y politizar un problema de salud pública.
La reaparición de enfermedades que habían sido prácticamente erradicadas evidencia fallas estructurales que deben abordarse sin demora. Entre ellas, el rezago en esquemas de vacunación, la desinformación en sectores de la población y una débil infraestructura en atención primaria.
Resulta fundamental que se informe a la ciudadanía sobre: el estado actual de las campañas de vacunación y cobertura inmunológica; la disponibilidad y distribución de vacunas en centros de salud; y la coordinación con instituciones educativas para detectar y atender casos de forma oportuna.
Asimismo, la reciente confirmación del primer caso humano de influenza aviar A (H5N1) en Durango debe ser considerada como alerta. Aunque no se ha registrado en Chihuahua, tenemos la oportunidad de anticiparnos mediante una campaña informativa que reduzca el riesgo de transmisión y genere conciencia sobre esta zoonosis.
Es momento de actuar. No podemos permitir que niñas y niños, los más vulnerables, queden desprotegidos ante enfermedades prevenibles. Instamos a las autoridades sanitarias a ejercer sus funciones con claridad, firmeza y cercanía con la ciudadanía. La vigilancia epidemiológica debe fortalecerse con recursos, pero también con voluntad política. Y como sociedad, debemos asumir el compromiso de informarnos, vacunarnos y exigir el cumplimiento de nuestro derecho a la salud.
En el combate a las enfermedades transmisibles, la prevención siempre será la mejor medicina. Frente al repunte de casos, no hay lugar para brotes de omisiones.