El gas fósil, mal llamado "gas natural", es una de las principales causas del desequilibrio ecológico a nivel mundial. Su extracción requiere el uso de fractura hidráulica, también conocida como fracking, un método que provoca la contaminación del agua y el suelo, afectando irreversiblemente la vocación de los terrenos donde se lleva a cabo. En predios ganaderos, agrícolas o forestales, el daño es devastador, pero en zonas cercanas a centros urbanos el problema se agrava aún más, pues el fracking ha contaminado pozos y fuentes de agua potable para consumo humano, amenazando directamente la viabilidad de las comunidades.
En términos simples, la extracción, procesamiento, transporte y comercialización del gas fósil implican el desplazamiento y la destrucción de comunidades humanas y ecosistemas. Esto no solo centraliza aún más los recursos económicos y el poder político en las metrópolis del sistema-mundo, sino que también condena a las periferias a una situación de indefensión y abandono cada vez más grave. En el contexto del cambio climático, esto se traduce en que los llamados "desastres naturales"—sequías, inundaciones, colapsos de biodiversidad y otras calamidades—serán pagados por las poblaciones más vulnerables, mientras que el capital sigue acumulando riquezas a su costa.
Por esta razón, en México ha existido desde hace años un fuerte movimiento contra el fracking. En Chihuahua, supuestamente está "prohibido"; sin embargo, nuestro territorio será utilizado como un simple patio de maniobras para el traslado de gas fósil desde Pecos, Texas, pasando por el desierto de Chihuahua, la Sierra Madre, el hermano estado de Sonora, el Mar de Baja California y, finalmente, exportado para seguir saturando el mercado de combustibles fósiles, contaminando la atmósfera y alimentando la producción industrial a gran escala de productos desechables que no necesitamos. Vale la pena enfatizar que la mayor parte del gas no es para las estufas y boilers domésticos, sino para el gran capital industrial.
En Ciudad Juárez ya se han sufrido las consecuencias de esta actividad, con la presencia de temblores en lo que antes era una zona urbana estable. En el futuro, esta situación solo se agravará. Se trata de un riesgo para la protección civil que solo unos pocos—los beneficiados por el negocio—están dispuestos a asumir, pues quienes sufrirán las consecuencias no serán ellos. Sin embargo, lo que sí sufriremos todos son los impactos ambientales y la pérdida del equilibrio ecológico de nuestro territorio. Entre los efectos más graves se encuentran la destrucción de suelo de conservación, agrícola, forestal y ganadero; la acumulación de fugas de gas en el aire de un estado que ya padece una pésima calidad del aire; el desmonte de vegetación y los riesgos inherentes a la instalación de un ducto de gas.
Las ballenas, majestuosos mamíferos marinos, tienen un santuario en el Mar de Baja California, conocido como el "acuario del mundo", un sitio cuya biodiversidad sustenta la economía local a través del turismo eco-sustentable (no confundir con el turismo masivo, que en lugar de sostener, destruye la región). Personas de todo el mundo acuden para maravillarse con la presencia de cientos y miles de especies marinas, frutos de millones de años de evolución y parte de la sagrada red de vida que sostiene nuestro planeta. El gasoducto "Sierra Madre", que ya amenaza a Chihuahua y Sonora, culminará en esta región, poniendo en riesgo este frágil ecosistema y condenando a las ballenas a un destino fatal.
Este proyecto federal es respaldado por los gobiernos estatales involucrados, por bancos como Santander y por grupos capitalistas nacionales y extranjeros. Sin embargo, muchas comunidades, familias y organizaciones ambientalistas y defensoras del territorio hemos alzado la voz para frenar el megaproyecto "Saguaro" y el gasoducto "Sierra Madre". Para quienes están detrás de este modelo extractivista, las ballenas, el desierto y la sierra son meras mercancías desechables. Para nosotros, son elementos sagrados que forman parte de nuestro patrimonio e identidad como pueblos de Chihuahua y de México.
Un futuro sin ballenas, a cambio de convertirnos en el patio de maniobras de Texas, no es progreso. Es un mal negocio que solo un necio aceptaría. Es una traición al futuro de nuestra patria. Te invitamos a sumarte, querido lector, a la campaña #BallenasoGas impulsada por organizaciones como Conexiones Climáticas, a la cual Salvemos los Cerros se une.