Sobrevolando en alas de un Cisne Negro

Colaboración especial / Lucía Ramírez Lira

No es ninguna sorpresa que los días de Julio vengan llenos de revelaciones, ni que la monotonía de coexistir entre la ya conocida cuarentena y la aún más incierta “nueva normalidad” carcoma silenciosamente y sin vacilar la idea de un futuro determinado.

De pronto pudiera asaltarnos una extraña indiferencia, acompañada por la cada vez menor capacidad de asombro hacia las cifras de muertes por coronavirus, cuyo aumento exponencial no representa ningún dato optimista ni alentador; por el contrario, da lugar a un aterrador planteamiento sobre en qué momento formaremos parte de esa triste y cruda estadística.

Cinco estados han vuelto al semáforo rojo y pareciera que nuestro destino se encuentra inmerso en una especie de juego, cuyas sencillas reglas parecieran indescifrables para unos cuantos. O mejor dicho, para unos miles.

El uso correcto de la mascarilla no es un tema que se encuentre a discusión. De acuerdo con la publicación realizada en “Proceedings of the Royal Society”, expertos de la Universidad de Cambridge y Greenwich liderados por Richard Stutt, han estudiado los beneficios que el uso de la mascarilla puede ofrecer como medio no farmacéutico, especialmente en entornos donde las intervenciones de alta tecnología, como la detección rápida de casos mediante pruebas moleculares, no son sostenibles. Para llevar a cabo dicho estudio, los expertos emplearon dos modelos matemáticos, demostrando que el uso general de dicho artefacto puede hacer una contribución importante en la reducción de contagios durante la pandemia, ya sea con o sin periodos de confinamiento en un futuro inmediato.

Advierte John Colvin de la Universidad de Greenwich, que existe la percepción común de que usar mascarilla implica que se considera a los otros un peligro, cuando realmente, se está velando por la protección de quienes nos rodean.

  Dicho estudio ha descubierto que incluso el uso de mascarillas caseras es efectivo en la disminución de la transmisión del virus si son llevadas por un gran número de personas en espacios públicos, evitando limitar su uso a aquellos que presenten síntomas de COVID-19. Afirman que su uso extendido, en conjunto con el distanciamiento social y alguna medida de confinamiento, podrían ofrecer una vía de mitigación efectiva de la pandemia, manteniendo el número de reproducción efectiva (Re) por debajo del 1.0.

Este planteamiento advierte que el uso del mencionado equipo de protección individual en cualquier sitio público, es imperativo para mantener una constante reactivación en los distintos sectores poblacionales lo antes posible y que su efectividad es prácticamente incuestionable en cualquier punto del orbe. Sin embargo, la realidad de nuestra nación se encuentra muy alejada de cualquier tipo de progreso sanitario referente a la pandemia. Con tan solo acudir a cualquier establecimiento es posible encontrar a más de un individuo haciendo uso incorrecto de dicha barrera de protección: ya sea llevándola por debajo de la nariz, a la altura de la barbilla o definitivamente no llevándola;  siendo que una de las formas de propagación del COVID-19, así como de cualquier enfermedad respiratoria, es por medio del contacto con secreciones de nariz y boca.

A pesar de la calidad determinante y veraz de la investigación mencionada previamente, más de uno ha desafiado las nuevas reglas de urbanidad, manifestando una inconmensurable falta de criterio e inteligencia que no ha hecho más que menguar el esfuerzo de miles de ciudadanos comprometidos con el progreso social y cuidado de la salud pública.

El distanciamiento social hoy en día no es más que un recuerdo brumoso de la caricaturizada “Sana Distancia”, basta observar las apretadas filas de pagos de servicios, cuya estreches entre individuos no modifica en absoluto la rapidez en llegar a su destino. No es necesario que un funcionario aparezca diariamente en televisión nacional para asimilar el riesgo que implica reducir la distancia a un nivel exagerado, en el que incluso se pierde el espacio vital.

Es entonces cuando surge una interrogante, la piedra angular de toda proyección sobre el futuro y nuestra presencia en él. Tal cuestión es, ¿Realmente tenemos lo necesario para continuar en la partida o acaso se nos ha de arrebatar la ultima de las libertades para entender que esta realidad  no es ninguna broma?

No hay que llegar a la última instancia para dimensionar el daño que actuar de forma irresponsable trae consigo, exponiendo nuestra vida y la de los demás corriendo un grave riesgo, pues de sobra hemos atestiguado que este enemigo silencioso no discrimina.

Si esta letal y compleja odisea pudiera reducirse a la simplicidad de un “meme”, quizá seria más sencilla de entender y aceptar para aquellos que aún cuestionan con soberbia el motivo por el cual el mundo aún se encuentra parcialmente confinado.

Ahora que el cisne negro se ha vuelto más explicable y predecible como su propia naturaleza lo demanda; no vendría mal acortar las riendas de nuestro actuar desbocado y  apostar  por un mejor provenir en el que quepamos todos, honrando a los que ya no están y respetando cada vez más la integridad de nuestros semejantes; educándonos desde la consideración, la igualdad y la empatía; actuando con inteligencia y analizando nuestro entorno; permitiéndonos así dibujar un mañana en el que el distanciamiento y el uso de mascarilla sean un acto de autodeterminación y nunca más un ultimátum de vida o muerte.

Tips al momento

Cerrará López Obrador con el mayor déficit fiscal en cuatro sexenios

De acuerdo con Yolanda Morales, en su colaboración para el periódico El Economista, el actual gobierno tendrá el 2024 el mayor déficit fiscal en un año electoral y el más alto en al menos cuatro sexenios, según informa con base a datos del Fondo Monetario Internacional.

Destaca que la actual administración Federal tendrá un déficit de 5.9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), al considerarlo el más alto, cuando menos, desde el año 2000, al señalar, que el antecedente más cercano de un déficit mayor al 4 por ciento, lo tenía Enrique Peña Nieto, en el 2014, cuando llegó al 4.54 por ciento del PIB.

Según expone en su texto, luego de que se mantuvo como uno de los gobiernos más prudentes en el manejo de cuentas fiscales durante la pandemia, el actual, terminará con el déficit fiscal más alto.

Con Felipe Calderón, según lo expone, el mayor déficit presupuestario fue en 2019 y alcanzó el 4.3 por ciento del PIB; mientras que con Vicente Fox, en 2003, llegó al 2.36 por ciento del Producto Interno Bruto.

Lo anterior, señala, que de acuerdo a un reporte del Fondo Monetario Internacional, en el último año, la deuda del gobierno, promediará 55.6 por ciento del PIB, menor a 58.5 por ciento del Producto Interno Bruto que representó en 2020, en plena pandemia.

Señala que los expertos del FMI proyectan que la deuda general del gobierno mexicano se mantendrá estable durante 2025 y 2026. no obstante, tenderá al alza en 2027 para alcanzar, según expuso, un máximo del 56.1 por ciento del PIB para el 2029, aumento que atribuye al pago de intereses. Así los pronósticos.


IEE en turismo político 

Varios vieron inconveniente la presencia de la Consejera Presidenta del Instituto Estatal Electoral, Yanko Durán Prieto en un evento del  Plan Estratégico de Juárez y esto debido a que en este mismo encuentro hubo actores políticos de los que dicen, sólo salen a hacer ruido en cada proceso electoral.

La inconformidad de esta asistencia de la consejera del IEE llegó a grado de señalar que el proceso electoral ya inició y que si bien todo lo esta manejando el INE, al menos el IEE debería revolver un poco de trabajo al glamour y al turismo político.

A esto añaden que mientras el personal, la magistrada y magistrados del Tribunal Estatal Electoral se encuentran encerrados las 24 horas tratando de sacar adelante las impugnaciones por las inconformidades en el registro de candidaturas, por su parte los consejeros y consejeras del IEE disfrutan del tiempo electoral.

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Destaca que la actual administración Federal tendrá un déficit de 5.9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), al considerarlo el más alto, cuando menos, desde el año 2000, al señalar, que el antecedente más cercano de un déficit mayor al 4 por ciento, lo tenía Enrique Peña Nieto, en el 2014, cuando llegó al 4.54 por ciento del PIB.

Según expone en su texto, luego de que se mantuvo como uno de los gobiernos más prudentes en el manejo de cuentas fiscales durante la pandemia, el actual, terminará con el déficit fiscal más alto.

Con Felipe Calderón, según lo expone, el mayor déficit presupuestario fue en 2019 y alcanzó el 4.3 por ciento del PIB; mientras que con Vicente Fox, en 2003, llegó al 2.36 por ciento del Producto Interno Bruto.

Lo anterior, señala, que de acuerdo a un reporte del Fondo Monetario Internacional, en el último año, la deuda del gobierno, promediará 55.6 por ciento del PIB, menor a 58.5 por ciento del Producto Interno Bruto que representó en 2020, en plena pandemia.

Señala que los expertos del FMI proyectan que la deuda general del gobierno mexicano se mantendrá estable durante 2025 y 2026. no obstante, tenderá al alza en 2027 para alcanzar, según expuso, un máximo del 56.1 por ciento del PIB para el 2029, aumento que atribuye al pago de intereses. Así los pronósticos.


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A esto añaden que mientras el personal, la magistrada y magistrados del Tribunal Estatal Electoral se encuentran encerrados las 24 horas tratando de sacar adelante las impugnaciones por las inconformidades en el registro de candidaturas, por su parte los consejeros y consejeras del IEE disfrutan del tiempo electoral.

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