
En estos días, cierro este año de una manera distinta. No quiero detenerme demasiado en los temas públicos ni en las discusiones nacionales que marcaron el rumbo del país; ahí están, todos las vivimos, cada quien desde su realidad y su forma de comprenderlas. Hoy prefiero quedarme con algo más cercano, más humano y más personal: con aquello que este año dejó en la vida de cada uno de nosotros.
2025 no fue un año sencillo. Fue un año que nos confrontó en muchos sentidos y que, quizá sin pedirnos permiso, nos obligó a detenernos, a respirar profundo y a mirar hacia dentro. Hubo momentos de cansancio, de dudas, de silencios necesarios; días en los que el ritmo de la vida pareció más pesado y otros en los que aprendimos a valorar detalles que antes pasaban desapercibidos. Este año, de una u otra forma, nos invitó a replantearnos el rumbo, a reconocer nuestras fragilidades y también nuestras pequeñas victorias.
Más allá de lo que ocurrió en la esfera pública, lo que realmente permanece son las personas que caminaron con nosotros. Las conversaciones honestas, los gestos de apoyo, los abrazos oportunos, la compañía discreta en los días difíciles y la alegría compartida en los momentos luminosos. Este año nos recordó que, aunque el ruido exterior parezca constante, la vida sigue tejiéndose en lo cotidiano, en lo simple, en lo que no necesita reflectores para tener valor.
Pienso en lo que se fue, en lo que cambió sin que lo notáramos del todo y en aquello que se quedó para siempre. Pienso en lo que dolió, en lo que nos costó aceptar, en lo que nos obligó a crecer. Pero también en lo que fortaleció nuestro carácter, nuestra paciencia y nuestra capacidad de agradecer. Hay cierres de año que no llegan como fiesta ruidosa, sino como un ejercicio de gratitud serena por el camino recorrido.
Y quizá este cierre de año, más que impulsarnos a hacer listas de propósitos, nos invita a pensar en el tipo de personas que queremos seguir siendo. Nos invita a elegir con más conciencia nuestras batallas, nuestros silencios y nuestros afectos. A cuidar los vínculos que sí importan. A caminar con menos prisa, pero con más claridad, y en este sentido eso es algo que se logra con cada día y cada oportunidad que se nos brinda, no necesariamente con cada año que pasa. Reconocer que no todo depende de cuánto avanzamos, sino de cómo lo hacemos y con quién lo compartimos.
El próximo año traerá nuevos retos, como siempre. Pero también traerá oportunidades para reconstruirnos, reencontrarnos y seguir creciendo desde lo humano. Ojalá lo recibamos con calma, con gratitud y con la convicción de que no necesitamos perfección, sino sentido. Que sepamos detenernos cuando sea necesario, avanzar cuando haga falta y agradecer cada paso que nos permita seguir adelante.
Gratitud por quienes estuvieron cerca, por quienes nos dieron confianza, apoyo y palabras a tiempo. Por quienes se quedaron, y también por quienes ya no están físicamente, pero siguen presentes en nuestra memoria y en nuestra historia.
Hoy deseo para quienes tuvieron la oportunidad de leer este breve espacio paz en su corazón, salud para los suyos y estabilidad en el camino que viene. Que el próximo año nos encuentre con serenidad, con fuerza y con la esperanza intacta de seguir construyendo nuestras propias historias.
Y como siempre lo he dicho en este pequeño espacio que compartimos… el café negro, por favor, por supuesto, sabe mejor.